lunes, 13 de abril de 2009

La protesta vista desde arriba: Juan Pablo de la Torre Salcedo

Contrastes de dos marchas diferentes Foto: César Huerta/Extensión Medios

JORGE GÓMEZ NAREDO

La Jornada Jalisco

Desde arriba todo se ve distinto: el cristal con que se mira la vida es diferente del de abajo. Arriba hay oportunidades, hay trabajo, buenas conciencias, moral y viajes al extranjero; hay autoridad y buenos modales; hay rostros lindos, tan lindos que son fotografiados cada semana en voluminosos suplementos “de sociales” en la mayoría de los diarios de circulación local. Sí, desde arriba todo se observa distinto: un mundo diametralmente opuesto al que viven los de abajo, que, vale decirlo, son la mayoría de los que habitan estas tierras. La mayoría de quienes actualmente ocupan un puesto de “representación popular” miran desde ese mundo, el mundo de los de arriba. Ahí nacieron, ahí vivieron y ahí quieren morir.

Desde arriba, las manifestaciones son una pérdida de tiempo, un artefacto que los de abajo utilizan para molestar a ellos, los de arriba, los jefes, los que mandan y quieren seguir mandando. Por eso, siempre las elites económicas y políticas han intentado eliminar las marchas, las han estigmatizado y, cuando esas personas de arriba están en el poder, las han despreciado. Ejemplos de ellos hay muchos. Sin embargo, pocas veces (desde que con sangre, muerte, lágrimas y dolor se ganó el derecho a la libre manifestación y la derogación –en 1970– del delito de disolución social) se les ha buscado eliminar, reglamentar o prohibir. Uno de los pocos intentos para erradicar jurídicamente las marchas fue hecho por Juan Pablo de la Torre Salcedo, regidor panista del Ayuntamiento de Guadalajara (el otro intento lo realizó el PAN-DF en la capital del país).

De la Torre Salcedo es miembro de la “gente bonita” que habita esta ciudad y desde su llegada al Ayuntamiento de Guadalajara se ha empecinado en rescatar a la urbe del “caos” reinante. Por eso presentó una iniciativa para reglamentar las marchas y las protestas. Y es que a ellos, los de arriba, les molesta que el populacho salga a las calles y exija sus derechos; además, claro está, provoca con esos actos el enfado de los automovilistas. Y ellos, los de arriba, son automovilistas furibundos.

Desde arriba todo se mira distinto. Y, ¿cómo no mirar distinto si se tiene casi todo y se quiere seguir teniendo más? Juan Pablo de la Torre Salcedo es uno de esos personajes de la política (y elite) jalisciense que mira la vida desde arriba. Es hijo de Patricia Salcedo de de la Torre y de Alberto de la Torre Bouvet, ex presidente del club Altas y ex titular de la Federación Mexicana de Futbol. Se casó, en febrero del año pasado, con Mariana García de Quevedo Vachéz, hija de Juan José García de Quevedo Baeza, presidente de la Comisión de Ideología del PRI, y de Myriam Vachéz Plagnol, cónsul honorario de Francia en Guadalajara y también regidora tapatía (por el PRI). La boda, según cuentan los abultados suplementos que la elite jalisciense paga para que sean distribuidos en varios diarios de circulación local, fue presidida por un amigo de la pareja, el padre Javier de la Torre, quien “como regalo les leyó un telegrama que envió para ellos el Papa Benedicto XVI”, donde expresó “sus deseos de un matrimonio lleno de felicidad para Mariana y Juan Pablo”. En uno de los templos más selectos de la ciudad (digamos, para Very Important People), la pareja se casó con la presencia del Coro del Estado de Jalisco. La fiesta fue en una lujosa hacienda donde los más de 500 invitados degustaron bocadillos mexicanos, sopa de flor de calabaza con elote, camarones con salsa de tamarindo, filete con salsa de chile guajillo y, de postre, frutos rojos en crema y arroz con leche y granola. La novia llevaba un vestido blanco realizado por diseñadores españoles. Durante la boda hubo sorpresas: el ex Timbiriche Diego Schoening deleitó a los recién casados con un popurrí de canciones. Todos contentos corearon las letras. Sí, desde las alturas las cosas se ven distintas: desde arriba hay un México prometedor, un México idílico.

¿Por qué Juan Pablo de la Torre quiere reglamentar las marchas? Quizá sea una medida electorera o un sincero deseo de acotar la libertad de expresión, o quizá sea una propuesta nacida de su pensar autoritario y de su condición de elite jalisciense. La propuesta busca que las manifestaciones solamente se realicen en días no laborables, que los manifestantes avisen con 24 horas de antelación sobre el motivo de su protesta, que se responsabilice a los organizadores de cualquier incidente que suceda en la marcha y, faltaba más, que el Ayuntamiento tenga la capacidad de denegar el permiso para la realización de una marcha. Digamos que es una especie de ley que impide la movilización y que permite, de hecho, la represión a las personas que incurran en el peligroso delito de salir a las calles y exigir sus derechos.

¿Qué hará la suegra de Juan Pablo de la Torre, la priísta Myriam Vachéz Plagnol, también regidora de Guadalajara? Ella es una aguerrida impulsora del Museo Guggenheim y de los negocios que a partir de él un selecto grupo quiere realizar. Seguramente estará a favor de la propuesta de su yerno. Al fin y al cabo, las barreras “ideológicas” se borran, y el PRI y el PAN (y a veces el PRD) son lo mismo: mientras en los debates se enemistan, en las cenas (o en las bodas con todo boato) se abrazan, se agasajan y hablan de los verdaderos e importantes negocios: los negocios de grupo y de clase. Y prohibir las manifestaciones (o limitarlas) es una propuesta que los de arriba siempre han querido: los que se manifiestan, dicen los de arriba, son unos “güevones” que lo único que hacen es entorpecer las vialidades. Las palabras de Juan Pablo de la Torre lo indican nítidamente: “que sí se manifieste la gente, pero que toda esta gente [quiso decir gentuza] no piense que el motivo por el cual ellos se manifiestan es más importante que todos los motivos de toda la gente que tiene que asistir simplemente a su trabajo puntualmente, que tiene que asistir a la escuela con sus hijos […] Que sí se manifiesten, pero que se entienda que su derecho termina donde inicia el mío”.

Los de arriba, antes de pertenecer a un partido político o de comulgar con principios ideológicos, son parte de una elite: esa elite que piensa desde arriba y actúa siempre bajo los intereses de clase. Y esos arreglos se dan en las bodas, en las comilonas en restaurantes lujosos y en las cenas opíparas. Sí, Juan Pablo de la Torre busca erradicar las inconformidades sociales con una ley que impida las protestas. Y lo pretende hacer porque mira desde arriba: un mundo donde los de abajo, simple y llanamente, no caben. De la Torre, si se aprueba su propuesta, saldrá de su lujosa casa en su auto último modelo, pondrá en el moderno estéreo una canción de Timbiriche y pensará que ha puesto su inteligencia al servicio de la comunidad. Pero afuera de su vehículo, afuera de su mundo, las inconformidades sociales seguirán creciendo, expandiéndose. Hasta que sean insoportables y estallen.

jorge_naredo@yahoo.com

Una sola mirada, diferentes visiones.

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