jueves, 6 de noviembre de 2008
Días de Combate
1. Días de Combate
Días de Combate, está conscientemente construida como la primera parte de una saga. Los personajes centrales son presentados, se ahonda como nunca más en los orígenes de Héctor Belascoarán Shayne (padre vasco y madre irlandesa), además de otra serie de aclaraciones que sitúan a Belascoarán en su ambiente, como el por qué de su decisión de volverse detective y su vida anterior como ingeniero.
Esta es también la novela menos politizada de la serie. Pareciera que Taibo II planeaba concentrar todo el tema político en Carlos, hermano de Héctor, pero al convertirse con el paso de las novelas en un personaje de pocas apariciones, la carga tuvo que recaer en el protagonista.
Días de Combate narra la búsqueda que hace Belascoarán de un estrangulador de mujeres (un tema más regular en el género policiaco, que los de las novelas posteriores) que actúa bajo el seudónimo de Cerevro. Su hermano, en el tono que mantiene durante ésta, la primera parte, le recomienda a Héctor:
Cuídate del comandante de la judicial, que en sus horas libres, las horas que le sobran de golpear estudiantes o torturar campesinos, no se dedique a estrangular mujeres. Cuídate del presidente de la república (…) No lo entregues a la policía, que ellos están en otro juego.(43)
Cuando se cuestiona sobre los conflictos internacionales actuales, acaso influido por su hermano, el detective resume sus posiciones así:
en el conflicto entre Honduras y el Salvador: neutral. En la guerra del Medio Oriente: con los palestinos. En la bronca entre los negros y la policía de Nueva York: con los negros.(25)
Esta influencia aparece constantemente en la novela. Tras discutir con él el caso del estrangulador Cerevro, piensa que “todo podría ser político. ¿Y por qué no? Ésta era una de las muchas ideas residuales que había dejado la conversación con Carlos. Político. Un problema político.”(45) Aún así, desde esta novela Belascoarán tiene una pésima impresión de los priístas y los caracteriza como escoria capaz de todo. Del estrangulador, antes de saber nada, especula que podría ser alguien del aparato del estado, aunque podría ser cualquiera “le parecía más consecuente pensar en el político priísta.”(34)
Ese integrarse o desmarcarse ideológico no es exclusivamente político. Cuando Héctor lee el diario que le envía el estrangulador, desconoce las citas de Nietzsche, que es citado frecuentemente. “Tiene una extraña cultura. ¿De quién serán las citas?”(177), se pregunta Héctor. Parece que Taibo II quiere decirnos que un detective tan mexicano, lector de novelas policiacas y amante de la trova latinoamericana, tiene una sensibilidad irreconciliable con la del filósofo alemán.
Como en las siguientes novelas, Belascoarán piensa en lo mexicano con cierto margen de dualidad. Primero no duda de calificar de mexicana alegría, la brutalidad de la policía, pero en otra ocasión, ante la generalidad con la que uno de sus compañeros de despacho habla de los mexicanos, ahonda más:
Eran “esos mexicanos”, gente que se hacinaba en familia dentro de un cuarto de seis por tres, que veía pacientemente a su padre cohabitar con su madre y que terminaba tirándose a su hermana por proximidad de cama, que estudiaba primaria y no la terminaba por lograr pescar chamba de mecánico que justificaba cierta libertad, un lugar en la familia, el derecho a embutirse seis cervezas las mañanas de los sábados, a pensar en casarse para repetir el ciclo. ¿Eran esos mexicanos calientes de los que hablaba su vecino el plomero? (29)
También se encuentra aquí una idea a la que recurrirá en Muertos Incómodos. Viendo la ciudad desde una azotea, piensa que “La selva de antenas de televisión bombardeaba ondas, mensajes, comerciales.”(25) En el segundo capítulo de Muertos Incómodos (primero que escribe Taibo II), Belascoarán reflexiona de nuevo sobre la ciudad, en concordancia a su visión de la ciudad en la primera entrega:
Había más antenas o había menos? Había muchas más, se dijo. Muchas más antenas de televisión. (…) Pero, la verdad, lo de las antenas, lo tenía bastante claro. Había muchas más que antes, y no hay duda que formaban la cúpula de una selva. La selva de las antenas de televisión del DF.(23)
Víctor Pablo Santana Peraza
Universidad Autónoma de Madrid
Una sola mirada, diferentes visiones.
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