Fraude: México 2006 es una película extraña, no porque en el país no se hayan realizado documentales o porque éstos no hubieran tocado temas políticos, sino porque en ella intervinieron, además del director y demás personas relacionadas con la producción cinematográfica, cientos de personas que mandaron más de 300 horas de documentación visual para demostrar, ampliamente, que en julio de 2006 hubo fraude y que, por lo tanto, Felipe Calderón es presidente ilegítimo y está usurpando una función que simple y llanamente no le corresponde.
El recorrido para realizar el documental sobre lo ocurrido en julio de 2006 fue difícil, sinuoso, lleno de piedras y de vericuetos, de tapias que impedían concluir la película. Luis Mandoki, director de la obra, y Federico Arreola, productor de la misma, han dado infinidad de conferencias de prensa para explicar, primero, la negación de varias empresas cinematográficas para distribuir la película y, después, para quejarse de la censura en salas de cine, en radiodifusoras, en televisoras, en esa gran constelación de empresas que tienen miedo de exhibir lo que les crea conflictos con el poder: ¿será porque saben que la verdad incomodará a Felipe Calderón y a todos los que estuvieron implicados en el fraude electoral de 2006?
Esta película, aunque sea de Mandoki y la haya hecho la empresa (fundada especialmente para eso) Contra el Viento Films, fue resultado del esfuerzo de mucha gente, de cientos de miles, de millones de mexicanos que el 2 de julio del año pasado pensaron que las cosas habían cambiado, que la democracia, o los pequeños pedazos de democracia que se argumentaba existían en México, habían fructificado. Es de ellos y no solamente de ellos, es también del pueblo de México todo, de quien está a favor de López Obrador o en contra de él (Calderón es un actor secundario, siempre lo ha sido y siempre lo será, aunque ahora se diga presidente), de quienes viven en estas tierras, de quienes aquí han hecho su vida y han sufrido y gozado. Es de todo un país. Porque la obra, aunque ya ciertos periodistas en el paroxismo (que más parecen merolicos) la hayan atacado como “propagandista” –llegando al exceso de comparar a Luis Mandoki con la cineasta del régimen nazi, Leni Riefenstahl–, muestra pruebas y exhibe que en México, en 2006, hubo fraude. Y un fraude que cargan todos los mexicanos, los que están en contra de él, los que no saben si hubo o no y los que están a favor de él (porque, aducen, “¿qué hubiera pasado si ese loco llega a la Presidencia?”). Es una película de todo México porque narra lo que somos, lo que hemos sido, en lo que nos hemos convertido. Es una película que nos refleja, un espejo en el cual nos vemos con nuestras contradicciones y con nuestras virtudes, con los que luchan por que haya democracia y por quienes piensan que ésta es para unos cuantos y ya. Es una película de coraje, de impotencia, de lo que somos: de todos, absolutamente de todos los mexicanos.
Y la función comenzó...
Veinte minutos antes de iniciar la función, la sala se observa vacía. ¿Acaso a nadie le interesa ver un documental que aborda un tema político? Pasan los minutos y comienza a llegar gente, uno, dos, tres, poco a poco van llegando las personas, se sientan, platican: van solos unos, van acompañados los más. Hombres y mujeres, jóvenes, ancianos, adultos. Cinco minutos, los comerciales previos (y sí que hay comerciales) se están proyectando ya y la sala se llena, llega gente, mucha gente, un montón de gente. La sala está casi repleta y comienza la película.
Luis Mandoki logra realizar en Fraude: México 2006 una narración de lo que sucedió antes, durante y después del proceso electoral para elegir al Presidente de México. Inicia con el caso del desafuero, cuando Fox, los diputados del PAN y del PRI y toda la estructura estatal intentaron, sin éxito, quitarle los derechos políticos a Andrés Manuel López Obrador. Desde ese momento y hasta hoy, el tabasqueño no ha dejado de ser la principal figura política y social en el país. Se compara la situación de 1988 y de 2006: a 17 años y los fraudes siguen, la democracia no llega, la gente lucha y se siguen los caminos para buscar, a través de la vía electoral, la conquista del poder por partidos o coaliciones de izquierda.
Poco a poco el documental va adentrándose en el tema central: el fraude cometido por el PAN, por el Presidente de la República, por los consejeros y por los magistrados electorales, por Felipe Calderón y su equipo de campaña, por los grandes empresarios que se sienten dueños del país, por todos los que tienen miedo de perder sus injustos privilegios. Se comienzan a escuchar las primeras mentadas de madre entre los asistentes a la sala cinematográfica: “pinche espurio” y “maldito pelele” cuando aparece Felipe Calderón; “vendidos”, cuando en las pantallas, López Dóriga, Gómez Leyva, Adela Micha, Carlos Marín y demás “comunicadores” se entrampan en “profundas” disquisiciones sobre las “apabullantes” muestras de la carencia de argumentos para negar el fraude.
Las cámaras ciudadanas entonces se hacen de la pantalla: imágenes de los conteos distritales que muestran la consigna instaurada por los altos mandos del IFE: “no hay irregularidades”. Imágenes y más imágenes de personas que vigilan y tratan, por todos los medios posibles, de abrir los paquetes electorales porque las cuentas no cuadran, porque los números no dicen la verdad, porque hay falta de consistencia y porque simple y llanamente huele a fraude, se ve un fraude, se siente un fraude.
Y después las manifestaciones, la consigna, tan justa, tan llena de verdad, tan democrática: “voto por voto, casilla por casilla”. Los ríos de gente, el Zócalo capitalino repleto, avenidas y avenidas con personas que buscan una sola cosa: el conteo total de los votos. La gente, con más gente, acompañada de gente: un montón de gente. Una cámara ciudadana le pregunta a un manifestante: “¿y viene con toda su familia?, ¿no tiene miedo de la muchedumbre?”. A lo que responde la persona entrevistada: “no, no le tengo miedo, si nosotros somos parte de la muchedumbre”. Sí, imágenes espectaculares de esa muchedumbre que se cansa de ser desoída, de ser ignorada, de ver sus derechos, sus pocos derechos, vejados una y otra vez. Una muchedumbre que se decidió a salir, a protestar, a decir que no, que no aceptaba la imposición, que no aguantaba un golpe más y que desconocía a esas instituciones que los habían robado una y otra vez. Una muchedumbre que eligió a Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de México porque estaba segura, completamente segura, que él, el tabasqueño, había ganado las elecciones: porque entendían que los poderosos no habían robado la Presidencia a un hombre, sino a un pueblo.
Se termina el documental y la gente, de repente, aplaude, sí, la gente, mucha gente, un montón de gente aplaude y aplaude y sigue aplaudiendo: un aplauso que dura más de un minuto pero que parece eterno. Un aplauso que es para Luis Mandoki, sí, pero también para todos los que decidieron un día decir “ya basta” y desconocer a Felipe Calderón como presidente. Un aplauso que de tan largo, al salir de la sala, todos lo seguían escuchando; un aplauso no para un director, sino para un pueblo, porque la película Fraude: México 2006 no es la película de López Obrador ni de Luis Mandoki, es la película de una sociedad, la radiografía de un país que sigue sufriendo pero que vive con la esperanza y mantiene la esperanza y esa esperanza no se calla ni se olvida ni se va.
A más de un año
A más de un año del fraude, a más de un año de la guerra sucia, a más de cuatro años de atacar no a un hombre, sino a un pueblo. A más de un año de esa escisión que vivió el país entre los que apoyan a López Obrador y los que lo repudian, entre quienes tienen todo y quienes poco o nada poseen. A más de un año de la vergonzosa actuación de quien hoy se ostenta como presidente de México; a más de un año de un fallo-dictamen de un Tribunal Electoral que suprimió los pocos avances democráticos existentes en el país; a más de un año de la televisión que no dijo nada, que no vio nada, que no notó nada y que sigue empecinada en no mencionar nada; a más de un año y la herida sigue abierta, y las ganas de seguir luchando no se apagan; a más de un año y la gente, mucha gente, un montón de gente grita que quiere un país mejor, un país democrático, un país más justo e igualitario; a más de un año y los de arriba siguen sin escuchar los reclamos; a más de un año y la esperanza pervive, y pervive porque 2006 con su fraude y un país injusto, simple y llanamente no se olvidan.
Jorge Gómez Naredo
Una sola mirada, diferentes visiones.
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