LOS CAIDOS DE LA GUERRA

Una imagen vale mas que mil palabras.
A la vista del caminante salen los mounstruos maltrechos y muertos del pasado, el camino se ve truncado, y la vista se mira anonadada por los gigantes de aquella tierra. Son los manglares, o mejor dicho, los esqueletos de manglares que se atrevieron de la manera mas fantasiosa tratar de ganar terreno al mar, en la interminable lucha del rio y el inconmensurable mar. ¡Que ingenuos!, el mar, con su serenidad, con su agresividad, con su mezcla de pasiones, no tardo tiempo en contrarrestar el ataque, el rio por su parte, trato de apoyar la avanzada manglaresca. ¡qu creutno embate!, las olas impetuosas, cargadas de mortal veneno arremetian contra las endebles raices de los gigantes, el barro por debajo, que anclaba a los mismos, sucumbia ante la continua avanzada de la arena, al tiempo que el rio trataba de sacar toda su agua al mar, y hacer que aquellos gigantes verdosos ganasen terreno, y de paso, asegurar el poderio de aquel rio.
Los dias pasaron, y de buenas a primeras, la sal, uno de los peores enemigos en grandes cantidades del manglar, comenzaron a mermar entre sus tropas, la avanzada paso a ser una lucha individual por tratar de sobrevivir en aque hostil terreno, pero era imposible, noche tras noche, la marea se encargaba de matar al barro que proveia de tantos beneficios al manglar, pero tambien la arena se veia contagiada del color grisaceo de aquel barro lacustre.
Despues de dias y meses de luchas, los gigantes caian, hasta quedar solo unos cuantos, y, a su lado las raices, silenciosos testigos de la matanza. En un dia y una noche cayeron los ultimos manglares, y cuentan los pelicanos, que al quedar solo uno de aquellos gigantes, volteanndo detras de si sus generosas y decaidas ramas, y al ver a tan solo 5 metros el rio, con miles de manglares repletos de verdes follages, y sin necesidad de estar lidiando contra el tiempo, y aquel mar implacable, procuro decir en un ultimo intento - ¡QUE INGENUO Y TORPE HA SIDO ESTE INVENTO!- y cerrando sus hojas, y perdiendo el verdor de su follage, cayo, de pie, con la cara al sol, y dejando detras sus raices, su historia, y la lucha interminable e incansable del MAR y aquel ingenuo RIO.