viernes, 30 de marzo de 2012

Ingenuidad

Imagen by sir Sabbhat_Flicker



Hoy conocí al ave blanca de mis sueños, esa que vuela por los cielos solitaria y meditabunda, con un millón de ideas metafísicas en su mente, con las ideas más sucias y la mente más abierta que ningún ser en existencia, hoy bese sus labios hasta desangrarlos, besé su cuello hasta llevarlo al éxtasis primordial que obliga a cualquiera a caer en la tentación de un acto irreversible de sexo y placer, pero sólo llego al placer porque sus sentimientos castos y puros simplemente hasta ahí se lo permitieron, es mi ave blanca, es mía, podría decir que fue mi suerte y sin embargo sé que fue más que eso, fue un alo de esperanza entre las nubes negras de mi abismo interminable, la conjunción de sus anhelos lo trajeron hasta mi, la cadena de deseos, lo dejaron expresarse, y fue mio, como nadie nunca lo había sido, fuimos uno en un beso interminable en un acto sin consumación sexual, en un acto de sentimientos bellos que se reverenciaron ante la calma de una oscuridad en silencio.
El ave blanca de los senderos negros se postro ante mi, le mire los ojos y entregue mis esperanzas a sus alas despreocupadas, le quería, me quería, nos queríamos y fue lo que basto esta noche para darle felicidad a mis días venideros.
En su ingenuidad es casi hombre, casi niño, casi el ser perfecto que esperaba desde hace tanto tiempo, desde que lo perdí a él y no hallaba la redención de mis pecados más absurdos.

jueves, 29 de marzo de 2012

[OPINION] La atemporalidad de la Novela



Hay una parte importante en la vida de cualquier lector (en particular de los lectores de novelas), esa parte es comprender la atemporalidad de la novela. Mucho se habla de las características de este género literario, pero creo que es esa línea temporal difusa, lo que le da ese sabor tan disfrutable.
En la novela, el tiempo se trasciende, el escritor invita al lector a moverse de adelante hacia atrás, saltar, viajar a realidades alternas, cambiar de voces, voces que se encuentran en momentos que no sucederían de otra forma. Esa constante sensación, confusa si se quiere, en que nuestra manera cómoda y lineal de mirar al correr de las manecillas, se ve violada y ultrajada.
Creo que una buena novela tiene mucho que ver en el manejo de los tiempos, claro que eso no es todo, pero sin eso, una novela termina siendo un cuento muy largo, y uno malo. 
Me fascina como cada escritor juega con el tiempo, lo destruye y lo redefine con cada salto, con cada cambio de realidad, con cada contestación de personajes que nunca se conocieron, y que sin embargo conviven. Me gusta la atemporalidad de la novela, la novela trascendente.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Apuntes cotidianos.


La voy a extrañar. No me será fácil dejar de pensarla, lo sé, pero trataré poco a poco que nuestro presente se convierta en recuerdo, en memoria, quizás en nostalgia o en olvido.

Para Quien Merece Amor by Silvio Rodriguez on Grooveshark


martes, 27 de marzo de 2012

Encuentro



Foto por morrisey via Flickr

Una luz intensa, ¿una luz?, remolino de colores, ¿remolino?, ingravidez, golpes, oscuridad. Mucha oscuridad. Una luz tenue. Las manos frente al rostro, respiración agitada. Hay miedo, terror por lo desorientado que está uno. Una puerta de metal. Una habitación confusa y revuelta, es una sala. Un recuerdo, ¿mi casa?, mi casa. Las cortinas de seda, el sofá recubierto de un tapiz suave y que invita a acostarse por una siesta, un sabor amargo en la boca, ¿sangre?. Mi nombre a lo lejos, como si alguien me llamara desde el segundo piso, ¿quién?, ¿a estas horas?, ¿porque tocan la puerta de la terraza? Y no la de la calle, ¿que clase de gente se monta a un segundo piso para pedir entrar?, ¿a estas horas?. Frío, sueño, cansancio. ¡Apúrate, hace frío afuera!. Las escaleras, ¿dónde están las escaleras?, ¿cómo es posible que no recuerde la ubicación de algo que uso todos los días?. Paredes grises, húmedas, mohosas, cada vez más oscuridad, espejos rotos, vidrios esparcidos, no me extraña, eso es lo extraño. Llego a la puerta de la terraza, busco la llave en mi saco, ¿cómo sabía que estaría ahí?, ¿no debería estar en la cocina?, tengo hambre, pero tengo que abrir primero, ¿ a quién?, no lo sé, sólo sé que lo debo hacer, esa sensación irracional, incomprensible, de tener que hacer algo por más absurdo que parezca, necesito hacerlo. El golpe seco de la cerradura cediendo. El rechinido agudo de una puerta oxidada empujada por un viento que arrastra nubes de polvo que no se ven. Una mano que toma la puerta para empujarla. ¿Una mano?, una mano, compuesta de huesos. Frío, un frío horrible y profundo. Oscuridad.

Buenos días señor López, casi no se salva, mi nombre es Maricela, soy la enfermera encargada de esta habitación, ha sido muy afortunado...—

lunes, 26 de marzo de 2012

Morir

Imagen by Saull Landell_flicker


Hay días en los que no se puede ser uno mismo, esos días en los que más que luchar por vivir uno lucha por morir; morir eternamente y plena, morir en ese aspecto de placer cuando los sentidos se llenan de felicidad cuando no hay nada que te pueda despertar, morir en esa forma en la que te tumbas y sales de tu cuerpo, en la que dejas de ser aquel para ser uno nuevo.

Hoy yo decidí morir, abandonarme, abandonar ese cuerpo que apenas en la mañana envolvía mis sentimientos, mi alma, mi ser, mi esencia; abandonarme para ser una nueva, dejarme morir para ser otra distinta, y no puedo evitar mirar a todos con un alo de felicidad, dejar escapar esa sonrisa que hace tanto tiempo atras tenia escondida, pero lo he hecho porque no soy la misma, aquella murió en el recuerdo de no se que, lo he olvidado todo ya, no soy ella, he muerto en su ser y he nacido en uno distinto, uno donde no hay medidas para ser feliz, donde la sonrisa volvió a mi.
 
Morí más aún sigo aquí.

Pajarito del amor [Carla Morrison]


Ando buscando un pajaríto del amor
que solía volar a mi alrededor
que me daba besos al volar
y me quería tanto hasta reventar

Ese pajaríto me recuerda a tí
y siempre te busco al dormir
despierto y me pongo a pensar
donde y cuando tú volverás

yo sé yo tengo la culpa
yo sé te debo disculpas
yo sé fuí perdiéndote
yo sé yo tengo la culpa
yo sé ya no hay excusas
yo sé sigo amándote

camínas seguido en mi pensar
y te miras tan guapo al pasar,
buscando una solución yo sé
que ya soy parte del ayer

tuve una gran oportunidad
pero moría de nérvios no podía ni hablar
reprimí lo que sentía
y termine sin tí en mís días

yo sé yo tengo la culpa
yo sé te debo disculpas
yo sé fuí perdiéndote
yo sé yo tengo la culpa
yo sé ya no hay excusas
yo sé sigo amándote

Carla Morrison 


Pajarito del Amor (Dueto Con Natalia Lafourcade) by Carla Morrison on Grooveshark

sábado, 24 de marzo de 2012

Ellos


Panteon por RobertoMolinao. Flickr

Ellos se retiraron en silencio, masticando conversaciones gastadas y ajenas al evento, se fueron escurriendo entre los montículos cúbicos erigidos al recuerdo. Se fueron moviéndose entre ese laberinto, a esa hora en que el sol pega parejo y sin clemencia. Ninguno de ellos supo, imaginó, a esta hora ya no contaban los algunos, los pocos, sino el conjunto, el riguroso color que es ausencia de los mismos reinaba en la multitud. Ellos como masa, no pudieron comprender, quizás en privado todos tomaron partido y se preocuparon.

Ellos caminan, no importa si unos caminan hacia arriba y otros descienden, en realidad, el conjunto camina, eso es lo que se rescata, porque eso es lo que ellos recordaran, que caminaban, en masa, sin nombres, ni miradas, quizás con instantes, pero todos tan dispares que no alcanzan en coincidir en uno sólo. Ellos se desencuentran de todos ellos, a eso le llaman convivencia. Ellos aplastan y magullan, porque cada uno reclama su derecho de espacio, y si todos quieren un espacio, han de luchar contra sus congéneres, reacción en cadena que causa que ellos luchen contra ellos, contra sí mismos. Ellos piensan, en ¿qué piensan en conjunto?, probablemente todos piensen en lo mala que está la carretera mientras rebotan en cada bache, o en lo imprudente del chofer en cada cabeceo hacia adelante de moderada intensidad. Pero por lo regular, ellos, como sujeto, no piensan, porque piensan tantas cosas sus miembros, que ellos no está en ninguna linea lógica, y por lo tanto no pueden expresarse, el caos nunca se organiza como por parte de magia, lo curioso es que ellos lo saben. Ellos chocan miradas y rehuyen de las mismas, de la tuya, ¿qué saben ellos de ti?, ellos saben lo que tu les has dejado saber, entrever en cada saludo. Mientras sus individuos (¿individuos?) pasean contigo, te saludan, te estrujan, te examinan, se aprovechan, te aprovechas. Tú eres ellos y ellos son tú, en alguna forma, cuando estas con ellos, eres ellos y no tú. Ellos entonces, cuando se les suma, revelan quién eres. Para ellos.

Ellos no sabían, de verdad que nunca se imaginaron. Todos escuchan las campanas, y el grito, y entienden, sólo entienden, porque los que comprenden son tan pocos, que no alcanzan a surgir de entre el vocablo que los nombra. Ellos, los que están ahora aquí y se cuelan entre las verjas altas y delgadas que custodian a los otros, que ahora para ti son nosotros. Pero tú no lo sabes. Sólo ellos lo saben, cosa curiosa. Ellos definieron el lugar y ellos lo reconocen, a los otros ellos que están detrás de la verja, ya no les importan los títulos y las personas del lenguaje, sólo son esos, meras definiciones.

Ellos, tus vecinos, te vieron entrar en la casa, como cada día, en silencio, sólo el sonido metálico del pasador taponeando la entrada y la puerta de madera que se cierra de golpe. Ellos a partir de entonces no te conocían, no sabían, en la puerta de tu casa acababa la definición que ellos tenían de ti, me refiero a todos, a la suma de los ellos.

Ellos acudieron al llamado de otros ellos, y te encontraron. Ellos sí lo imaginaron, pero siempre lo imaginan, los otros de verdad que no, lo juran, si hubiesen sabido. Moral dividida, pensamiento sesgado, ojos ciegos y cegados, multitud que llama a cerrar los ojos y los oídos, el poder invisible que los impidió actuar y que ellos dicen, fue divino. Siempre es divino para ellos, pero no es nada más que la presión infortunada que ellos ejercen. Ellos no te vieron morir. Es igual incorrecto decir que nadie te vio morir. Pero ellos te tomaron en brazos, te cargaron y te llevaron, lo organizaron para todo, un homenaje a tu recuerdo, que en realidad es el recuerdo de ellos. Ahí fue donde el discurso se convirtió de todos. Ellos no se imaginaban, de verdad que no se imaginaban.

jueves, 22 de marzo de 2012

La trágica historia de Víctor Manuel


Víctor Manuel espera a la salida de la empresa. Sentado en uno de los bordes de la banqueta, frente a una avenida solitaria y enorme, piensa en qué podría haber sucedido si Rosa María, se hubiera decidido a formar una historia con él.

A pesar de todo, de las circunstancias, de los desengaños, de las traiciones, aún aguardaba una pequeña esperanza en su corazón, un fueguito que pudiera cambiar su realidad, cada vez más, venida a menos. En eso estaba, cuando Rosa María salió de la fábrica, un poco alterada, un poco cansada de estar sentada una buena parte del día, a la espera de las órdenes del patrón.

Sin pensarlo dos veces, se levantó y se puso en marcha para cruzar la enorme avenida, que lo separaba de ella. Su corazón, latió a un nivel sorprendente, como nunca antes. Estaba emocionado, ilusionado, la amaba. Quería encontrarse de nueva cuenta con su sonrisa, su irresistible mirada, su voz tan particular que tanto le gustaba.

Al mismo tiempo en que Víctor Manuel inició su camino, él bajó del coche último modelo y también se dirigió hacia ella. Ambos, sin pretenderlo, emprendieron una competencia por llegar primero. De pronto, Rosa María que ya se había percatado de la presencia de Víctor Manuel y desde lejos, había alzado su mano para saludarlo, dejó de mirarlo y sus ojos, inmensos e inigualables cambiaron de objetivo y se dirigieron a él. Eso le bastó a  Víctor Manuel para no continuar con su camino, para dar marcha atrás con sus esperanzas, para guardar las utopías.

Las miradas tienen la capacidad de fulminar, de terminar con las esperanzas, de marchitar los sentimientos. Las miradas, no mienten, reflejan el sentir del alma, el sentir de lo más profundo del corazón. En ese preciso instante Víctor Manuel lo supo, y pensó en cerrar definitivamente el capítulo con Rosa María, su amor imposible, su vida. Ya bastantes elementos estructurales estaban en juego para que ella nunca le perteneciera, pues él, un chico de barrio, obrero sí pero pensante, cargado de ideales e ilusiones, jamás igualaría la vida resuelta que el otro, le prometía. Y aunque posiblemente Rosa María también compartía algunos sueños con él, eran castillos de arena desprotegidos, sin cimientos, escritos en el viento.

A veces, la vida es injusta. A veces, su impredecibilidad nos asombra y nos maravilla, pero otras tantas, también nos duele, nos atormenta en el fondo del alma. Víctor Manuel lo comprendió y triste, cual piltrafa humana, subió al camión de siempre y comenzó la huida. Poco quiso saber del amor, en aquel momento deseaba desterrarlo, desprenderlo de su ser.

El viaje cotidiano en el autobús siguió su curso, mientras él trataba de no pensarla más. En eso, un señor de anteojos, camisa blanca y chaleco oscuro, subió al camión. Acompañado de una guitarra, empezó a cantar una canción, de malquerencia, de dolor. Atónito, Víctor Manuel escuchó lo que aquél señor decía y entendió para siempre que su fatalidad estaba escrita, y la señora realidad se había encargado de enviarle a ese juglar de la selva urbana para rememorar su historia, aunque mutilada, con ella.


Con Tu Amor Y Mi Amor by Joan sebastian on Grooveshark

El hilo rojo

Imagen by Verónica Arivi_ Flickr



Cada día al despertar mis sentidos empiezan a maquinar que es lo que haré, a donde iré, a quien me encontraré, en los labios de quien me voy a perder; usualmente esta mañana desperté con ganas de desenmarañar el hilito rojo que siempre he tenido atado a los dedos meñiques de mis manos, ese hilo que jamas había querido seguir, pero esta mañana lo tomé y fui poco a poco desenredando cada nudo, cada vuelta.

En la primera vuelta esta un nudo chiquitico, y ahi enmarañadito mi primer "amor", ese novio de secundaria con el que seguro corría todas las mañanas haciendo apuestas para llegar al colegio, pude observar en la maquina del tiempo, bromas y juegos, pude ver las sonrisas que terminaban en carcajadas, los buenos momentos, y se terminó porque en una simple vueltecita de desenredo el no estaba atado a mi; seguí buscando, desatando y entre tanto de nuevo otro nudo, otra historia, otro "amor" de esos que se aferran, porque lograron quedarse casi atados, pero con un simple soplido y unos trucos de costurera, ya no estaba, y los mimos, los abrazos, esas tardes de melancolía se esfumaron en el drama de una tarde de monotonía en las celdas de una cárcel, sin lugar a dudas todavía hay hilo para seguir la búsqueda, pero ahora estoy atorada en el último amor, no puedo encontrar la vuelta, no se de donde se atoró el nudo; sigo en el mismo sitio, sin poder desatar, los trucos de costurera no me son útiles ya y si lo corto tal vez pueda desangrar hasta morir, o quizás no pase nada, pero le temo a la muerte más que a nada, no sé si quedarme así y dejar para otro día la búsqueda del final del hilo, o continuar (pero mentiría si te digo que anhelo desatar el nudo, pues lo que en realidad deseo es que ahí termine, que ese sea el final) 

Quiero que el tenga atado a su dedo el final de mi hilo, tengo tanto miedo de terminar desenredandolo que mejor me espero a ver que el tiempo haga sus desgarros, que se tense el hilo y se rompa por si sólo aunque como cuenta la leyenda tal vez nunca eso suceda.

Y si eres el final de mi hilo rojo, si estoy unida a ti, quiero que algún día te puedas dar cuenta, y que entonces me tomes entre sus brazos, para nunca soltarme.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Déjenme llorar [Carla Morrison]


Eh estado recordando los momentos que te di,
cuántos tu me diste y porque ahora estoy aquí,
sentada en el suelo pensando que te quiero,
que te quise tanto, y que tu amor me es necesario!

Déjenme llorar quiero sacarlo de mi pecho,
con mi llanto apagar este fuego que arde adentro,
Déjenme llorar quiero despedirme en silencio,
hacer mi mente razonar que para esto no hay remedio....

Fueron tan bellos encuentros... amarnos sin miedo,
eres tu la noche y y tu sueño, tu mi cuenta cuentos,
te olvidare lo juro, lo siento,
tu amor me hace daño,
y esto no puedes ya arreglarlo,
Pero amor como el mío no hallarás por ahí,
porque este amor apuesta hasta por mi...

Déjenme llorar quiero sacarlo de mi pecho,
con mi llanto apagar este fuego que hay adentro..
déjenme llorar quiero despedirme en silencio,
hacer mi mente razonar que para esto no hay remedio...

Carla Morrison


Dejenme llorar by Carla Morrison on Grooveshark


martes, 20 de marzo de 2012

Desamor [Rosario Castellanos]


Me vió como se mira al través de un cristal
o del aire
o de nada.

Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.

Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.


Rosario Castellanos

domingo, 18 de marzo de 2012

Repensar(se)


Sabes, en estos días me he dado cuenta de que mi amor por ti no cambia porque aún mantengo el fueguito encendido, porque en mi, una pequeña esperanza quiere sostenerse.

Como podrás darte cuenta,  sin ti, mi identidad a últimas fechas ha perdido todo sentido. Quizá es la nostalgia que dejaste cuando en definitiva te marchaste, y nuestra historia se hizo desencuentro. 

Hace mucho que no me repensaba y la curva de mi felicidad no decaía. Se me va la vida, y en tal situación me siento inmóvil, aturdido, incomprendido, algo desilusionado. Tal vez uno necesita reencontrarse, porque uno siente que no es uno. Tal vez uno necesita recuperar la brújula, reacomodar los sueños y utopías. Ojalá muy pronto, todo vaya bien. 

Un Pacto para Vivir by Bersuit Vergarabat on Grooveshark

jueves, 15 de marzo de 2012

Me voy a enamorar




Me voy a enamorar
de alguien que tenga el corazon roto
 igual que yo,
 por que así
 comprenderá este maldito dolor.


con el corazón roto
no me hará sufrir
pues aunque no me ame
intentara ser feliz...


Un ser con el corazón roto
que anhele benevolencia
un ser que pueda sino amar
al menos tolerar.


Me voy a enamorar de alguien
con las mismas heridas 
para poder comprender
y gritarle te amos
sin que se tenga que marchar...


Me voy a enamorar,
lo voy a hacer así,
sin vuelta atrás. 

miércoles, 14 de marzo de 2012

Te encontré

Imagen by Rux_Flickr


Te encontré sin buscarte, no se como pero lo hice entre miles de millones de habitantes un día te vi entre la multitud, clavé mis ojos en ti, y ya no los he podido despegar; eso me olio a enamoramiento, si ese estado cruel en el que los seres humanos solemos caer, dicen algunos expertos que el sistema limbico es el culpable de esto y que sin embargo un buen día se pasa ese descontrolado estado de paz interior, de amor. y me he preguntado que esta pasando conmigo, porque a mi no se me termina de pasar, amor en la comida, amor en el libro, amor en mis camisetas, amor en los sueños, por todas partes amor...


Pero un día te me perdiste, entre tanta multitud te fuiste, y te seguí eso creo, y de repente te confundí con el tipo alto de los ojos verdes, pero obviamente sus ojos me aclararon la realidad, y te seguí buscando porque te desvaneciste de mi vista como lo hace el humo en los cielos, te me perdiste, como aquel grano de arena dorada que deje caer en la orilla del mar, como se pierde la gota de agua entre un océano sin final; escuchaba tu voz entre tanta gente no te pude visualizar, te me has perdido, no te tengo ya, y cuando tengo ganas de mirar unos ojos bellos, me da por tomar a la fuerza a Orión mi gato, pero desgraciadamente sus ojos son más vivarachos y su iris más verdes, bueno en realidad verdes y ya.

¿Donde estas?¿Donde te has metido? porque aunque trato de olvidarme de esa búsqueda insaciable, siempre me encuentro en ese mismo circulo vicioso de investigar tu paradero.

Vuelve pronto por favor, aunque sea como cruel dejavú, o como la realidad que anhelan mis sentidos, pero vuelve, para amarte igual que ayer, igual que siempre...
Igual que el día en el que te encontré. 

martes, 13 de marzo de 2012

Posicionamientos



Me gusta estar del lado de los perdedores, con aquellos que al igual que yo, en el amor vamos contracorriente sin importar las circunstancias, y nos conformamos con vencer de vez en cuando en las películas. Me gusta estar del lado de los que somos felices con tener a la mujer de nuestros sueños aunque sea una, una sola noche de nuestras vidas. 

lunes, 12 de marzo de 2012

De ires y venires



Si tu tienes un amor imposible, debes dejarlo ir. Si regresa es tuyo, si no, nunca lo fue.

Tous Les Garçons Et Les Filles by Soundtrack on Grooveshark

domingo, 11 de marzo de 2012

De igual a igual [León Gieco]


Soy bolita en Italia,
soy colombo en Nueva York,
soy sudaca por España
y paragua de Asunción

Español en Argentina,
alemán en Salvador,
un francés se fue pa' Chile,
japonés en Ecuador

El mundo está amueblado
con maderas del Brasil
y hay grandes agujeros
en la selva misionera

Europa no recuerda
de los barcos que mandó
Gente herida por la guerra
esta tierra la salvó

Si me pedís que vuelva otra vez donde nací
yo pido que tu empresa se vaya de mi país
Y así será de igual a igual
Y así será de igual a igual

Tico, nica, el boricua,
arjo, mejo, el panameño
hacen cola en la Embajada
para conseguir un sueño

En tanto el gran ladrón,
lleno de antecedentes,
si lo para Inmigración
pide por el presidente

Los llamados ilegales
que no tienen documentos
son desesperanzados
sin trabajo y sin aliento

Ilegales son los que
dejaron ir a Pinochet
Inglaterra se jactaba
de su honor y de su ley

León Gieco

De Igual A Igual by León Gieco on Grooveshark

De Igual A Igual by Los Tipitos on Grooveshark


martes, 6 de marzo de 2012

El amo de la niña

Imagen by Lorenzo_t_Flickr

Mikiko era el nombre de la niña de Nocturno, él era el gato y era su dueño, todas las noches cuando a Nocturno le placía aparecer exigía a Mikiko un poco de leche, la niña del gato siempre obediente le servia en un viejo tazón y como premio el gato la hipnotizaba con su mirada profunda; ella se tiraba en la azotea mirando las estrellas y su amo la llevaba a recorrer cada una de ellas, el gato era intrépido y saltando de azotea en azotea obligaba a la pobre niña a seguir su camio oscuro y en lo más alto de un edificio observaban la ciudad juntos, con sus ases de luz, con su movimiento tan estrepitoso, con todo eso que caracteriza a un lugar como aquellos, como la gran ciudad.

Esta noche Nocturno esperaba a su niña en el mismo sitio, en la azotea para que le sirviera el tazón de leche calientita, para llevarla a pasear, esta noche tenía la idea de un nuevo sitio, pero ella nunca apareció; es el segundo día y el gato sigue esperando a su niña , pero ella no llega; es la tercera noche y el gato decide ir en busca de su pequeña, sabe el mundo que si el pudiera haria carteles con tal de encontrarle, de repente en la sala de una casa estaba Mikiko sentada, a su lado un joven que le besaba los labios de una manera tan inquietante; el gato miro celosamente, era él el dueño de la niña y era aquel, el que le comenzaba a arrebatar a la pequeña y dulce Mikiko.

Mikiko, se había olvidado de su amo, ahora decía que ella era la ama de un gato, y el joven que a su lado se sentaba le decía que odiaba a los gatos, Nocturno simplemente escuchaba, ella le besó los labios de nuevo a aquel descorazonado y embaucador tipo, Mikiko prometió no volver a ver al gato, y el joven bajo su mano que dejo escabullir entre las faldas cortas de Mikiko; el gato sintió una furia terrible, pues él sabía que era el amo, él sabia que era suya, y no de él, pero aquel le estaba robando la inocencia a su niña, a su amada niña.

Chillo intensamente el gato y los jovenes amantes se asustaron, ella tuvo tanto miedo (para el gato eso era más que obvio, ella habia perdido su inocencia) en un impulso de rabia y resentimiento el gato se lanzo contra los dos...

Ahí estaba Nocturno, sin mancha alguna pues el color de su pelaje se lo impedía, se lamia una y otra vez las garras filosas  como de pantera o alguna otra fiera, los ojos verdes temibles despedían una mirada matadora... y los cuepos sin vida del Joven y de Mikiko; era su niña y había perdido su inocencia, era mejor hacerla morir a dejarla sufrir y él, él era el culpable del homicidio del gato, el joven fue quien incito que el amo los matara a los dos.

Miedo de ti

Imagen by Necatida_Flickr


Era una noche terriblemente feliz para mí, de inaguantable amargura para los demás, te hablaba del amor y de otros cuentos que me inventé el día en que comencé a escribir. 

La historia más antigua que recordé fue la de un domingo por la noche en la que los enamorados solían salir para hacer sus fiestas de parranderia y nosotros juntos frente a la chimenea criticando la manera tan comercial en la que los demás se querían, sin embargo tu y yo, eramos dos fuera de aquel contexto tan usual; el amor en aras del destino no se había creado para ti ni para mi, lo que nosotros en verdad llevamos siempre dentro fue una mezcla de pasión y sentimientos, más allá de lo que otros quizás se pudieran amar, pues esa forma tan inusual de querernos nos llevó al limite de la seducción, a amarnos sin obstáculos, sin preguntar en el mañana, amarnos de una forma donde el amor no se representaba con corazones ni juegos de dolor, donde las espinas de las rosas nos incitaban a querer seguir jugandolas sin tiempo para mirar las heridas de los dedos, cegados pero a la vez despiertos en un amor que no veía final sino hasta el momento en que comenzamos a cambiar. Y te hablaba de mi como nunca me había destapado frente a nadie; te besaba el semblante casi moribundo y tu besabas el punto más intimo de mi cuerpo, recorriendo con morbo cada parte de nuestros cuerpos, nos amábamos sin pensar en contratiempos. 

Ahora nos amamos con la razón que fue la única que nos faltó en aquellos tiempos, con miedo, por los rezagos que ha dejado el tiempo, por las manchas que se percató de dejarnos la confusión de un montón de gentes hablándonos de lo que en verdad necesitaríamos tu y yo sin pensar en los dos, de lo que nos incitó a hacer no sé si un dios o un conjunto de acciones que los demás le atribuían a él. Esta noche entre tanta felicidad he tenido un miedo irremediable de que la historia se acabé, aún cuando puedo leer en tus labios esas palabras de bienestar insaciable, aun cuando te siento más mio que antes, tengo miedo de la vida, miedo de la noche y justamente como me lo advertías en los inicios de nuestro amor tan arraigado, he comenzado a tener miedo, mucho más miedo, miedo de las rosas, miedo a los claveles, tengo miedo del amor y... tengo miedo de ti.

lunes, 5 de marzo de 2012

Kapuscinski y la otredad [César Huerta]


César Huerta / @zorrotapatio

Ryszard Kapuscinski fue un excelente narrador y cronista del suceso. Buscó por la vida las pistas que lo llevarían a entender y comprender al otro, herramientas que utilizaría para retratarlo por medio de su pluma y la memoria.

Dicho retrato lo construyó desde abajo, conociendo a los sujetos, mirándose al espejo, sintiendo y pensando como ellos. Un hombre blanco que en el imaginario colectivo del África representaba al colonizador, pero que sufrió desde pequeño la pobreza y las injusticias de una guerra en su natal Polonia como otro hombre nacido en el continente africano. Sus historias plasman a los vencidos, los derrotados, los más pobres y su relación con el mundo, con los vencedores y los poderosos. Para el sociólogo Zygmunt Bauman: Kapuscinski es “el mejor cronista de nuestra modernidad”. Para sus alumnos de periodismo: “un Heródoto de nuestros tiempos”.

Su condición humanista, lo llevo a colocar en su justa dimensión al antropólogo Bronislaw Malinowski de quien destacó la importancia de sus estudios y reportajes antropológicos pero sobre todo la enseñanza y el reto de preguntarse ¿cómo acercarse al otro? Sin perder de vista la necesidad de relatar el hecho desde su nacimiento, pues como decía Malinowski “para poder juzgar, hay que estar ahí”. Sin duda, de él y otros más se apoya para resaltar la labor del periodista, pues similar al trabajo del antropólogo necesita también de cinco sentidos contundentes en la recolección de datos: estar, ver, oír, compartir y pensar.

Encuentro con el otro es una recopilación de seis conferencias en las que Kapuscinski indaga la relación entre él y la otredad. Nacido en la ciudad de Pinsk el 4 de marzo de 1932 convivió desde pequeño con gente de culturas y religiones diferentes: judíos, ucranianos, bielorrusos, lituanos, armenios y polacos, lo cual significó una manera de entender la vida multicultural. Como él mismo lo declara “Mi experiencia de convivir con Otros, muy remotos, durante largos años me ha enseñado que la buena disposición hacia otro ser humano es la única base que puede hacer vibrar en él la cuerda de la humanidad”.

La antropología es representada para él como la ciencia que “dirige su mirada y se consagra al otro. La guía la idea de conocerlo para comprenderlo, la idea de aceptación a la diferencia y la alteridad como rasgos inherentes al género humano “Es por eso que sólo con el conocimiento de los pueblos, sus costumbres e ideologías, podremos acabar con los prejuicios”.

Según Kapuscinski el hombre tiene tres posibilidades para el encuentro con el otro: “elegir la guerra, aislarse tras una muralla o entablar un diálogo”. La hospitalidad es necesaria en nuestras sociedades, pues implica que “las puertas y portaladas sirven no sólo para aislarse del otro, sino que también pueden abrirse ante él, invitándolo a franquearlas”.

Por ello es necesario un mundo en el que podamos tender puentes de entendimiento con el otro, pues como bien lo decía Kapuscinski “todos los habitantes de nuestro planeta somos Otros ante Otros: yo ante ellos, ellos ante mí”.

domingo, 4 de marzo de 2012

Luciana (parte 2)



por matlock @Flickr

A las once y diez, cómo era la costumbre apareció el vendedor de antojitos, un minuto más tarde, Luciana encontraba las actas de nacimiento de Anabetina y Azahalea Flores, gemelas de noventa y siete años de edad, quiénes habían solicitado el acta para dar fe a un reportero incrédulo que había llegado de la capital haciendo una nota precisamente sobre ellas, la nota llevaba por título “Las gemelas de la Revolución”. Luciana guardó el libro deshojado donde había encontrado los documentos, a éstos les puso un clip junto con las respectivas solicitudes, y los dejó en la pila de listos. Se había pasado toda la mañana buscando las actas de las gemelas, y quiso festejar su triunfo agrio, mediocre para cualquier otro, pero que, pensaba ella “contribuía a contar la historia de la Revolución”. Santa María es un pueblo chico, así que no es de sorprenderse que Luciana supiera para qué querían las actas las gemelas. Le compró al vendedor una torta cubana y una botella de agua de coco y se unió a la plática acostumbrada de las once. La vida es una cosa curiosa, quién le iba a decir a la pobre Luciana que ese triunfo era el último que saboreaba, que después de ese día no iba a comprar más tortas cubanas, que el agua de coco le iba a ser negada, a menos que sufriera de infección estomacal y que la plática tan emocionante con las otras dependientas sobre las gemelas, los aparecidos de Salto de Rana, las butifarras de Jalpa y Nacajuca, y las feas y apestosas calles de Frontera (enemigos a muerte de los Victorianos) no le volvería nunca a saber tan bien, ni les encontraría sentido. Pero ese día Luciana continúo viviendo en paz, tranquila y segura de que la rutina se volvería a repetir.
Después de la innecesaria comida burocrática, se retiró de nuevo a su escritorio, tocó el papel viejo y raído de las actas de las gemelas, y sintió un impulso extraño de tomar el papel y olerlo, aspirar profundamente de su textura rugosa y café. Lo hizo, tomó el papel con delicadeza, lo llevó hasta su nariz y aspiró hondo, sintió ese olor a vainilla que tienen los papeles viejos y ese polvo encerrado, ese pedazo de pasado que encierran tanto en su estructura externa cómo en la tipografía y en sus letras. Apareció Paco –¿'stán listos estos papeles?– Luciana volvió de golpe a la realidad –¡Sí!, llévatelos, y éste también– extendió la mano con el papel raído, polvoso, y que extrañamente describía como afelpado, débil, sin duda débil, y lo entregó al joven –Ta bueno, ahí nos vemos–.
Suspiró, y tomó el siguiente papel de la pila “Solicitud de Acta de Nacimiento de Quién Responde o Respondiese Al Nombre de: Jonás Colapez. Dice Ser Oriundo de la Ranchería de Limantour Primera Sección. Anotado Irregularmente Dice el Señor Que Entre Tres y Diez años Después de su Alumbramiento. Nacido en la Casa de Dolores Gutiérrez El...” se detuvo de golpe, sorprendida y regresó a leer “ Anotado Irregularmente Dice el Señor Que Entre Tres y Diez años Después de su Alumbramiento. ”. Su cara dibujó una mueca de disgusto y molestia y sus facciones antes tranquilas y hasta alegres se tornaron feroces y sus pensamientos se atropellaban “Joder, pero quien anota un niño diez años después...¿al menos le habrán cobrado bien?...diez años...¡pinches indios!...Jesús me perdone por ser tan grosera...cinco años...¿mil niños, mil actas?...¡cincuenta pesos, eso vale buscar en mil actas!...pero me las va a pagar Jonás, me las va a pagar, seguro que lo hace con toda la intención...¿qué horas son?...¡cincuenta pesos, ni que fuera qué!”. El reloj de la oficina marcaba ya las doce y media, las cejas fruncidas, la boca torcida con el labio inferior mordido, y los puños cerrados se relajaron de a poco, se pasó la mano por la nuca y ejecutó un movimiento circular con la cabeza, abrió las piernas y se estiró la blusa, buscó el año y se dirigió a los libros de febrero del estante número tres. Escogió el libro y lo sacó de mala gana, sacó el del año siguiente y el siguiente, así hasta juntar diez libros, y los llevó hasta su escritorio, los dejo caer en un golpe seco que estremeció todo el lugar, los demás la voltearon a ver con molestia, ella no contestó las miradas, dejó que el lenguaje corporal hablara por si mismo, la silla arrastrada, su cuerpo dejándose caer sobre el asiento, los puños que golpean el primer libro, luego separa el conjunto de dos de cinco libros y le entrega su parte a su compañera. La otra la observa con miedo, ella no ha visto la orden, pero cinco libros de diferentes años le parece amenazador, y la leona en que se ha convertido su compañera, no le hace las cosas precisamente fáciles.
Dentro del cuerpo de Luciana, crece esa sensación de derrotar a su enemigo, ese papel blanco propiedad de Jonás Colapez, es ahora su única preocupación, dentro de ella crece una obsesión casi imperceptible, ella no lo entiende, pero de a poco crece. “Lo peor”, piensa, “Es que al ser irregular no está anotado en orden alfabético, hay que ver a dónde se le ocurrió a la encargada meter a este niño”, y continúa buscando, en un mar de letras, de papeles amarillos y cafés, algunos roídos por cucarachas y ratas otros tienen huevos de insectos, unos más se están borrando, otras hojas están pegadas entre sí y hay que removerlas cuidadosamente, sin embargo, pese a los defectos que el tiempo ha agregado sobre los papeles débiles y suaves, ninguno tiene tachaduras o enmendaduras, todos están al menos en su redacción, íntegramente correctos y respondiendo a todas las normas que incluso hoy se han establecido para documentos tan importantes. Sin tachaduras ni enmendaduras. Página a página avanzan ella y su compañera. Dan la una de la tarde, con los niños llegando a la oficina las cosas se complican –¡Mamá! Mira mi hermano, me está pegando– – Hijoo, no molestes a tu hermana–, regaños, peleas de chuiquillos, luego llantos, exigencias de dulces, de mentitas, de pozol fresco, de dulces de coco, de caramelo, de guanábana, de oreja de mico. Hoy los niños están de suerte, la absorta de su madre les concede todo lo que deseen a costa de su silencio, ellos primero tienen miedo de su nuevo poder, luego se aprovechan.  

sábado, 3 de marzo de 2012

Luciana (parte 1)




por matlock @Flickr
Luciana era secretaria en el Registro Civil del Ayuntamiento, mujer simple, llegaba a su trabajo siempre con un ligero retraso, un olor a jabón y shampú barato, los cabellos rizados domados en media cola y su uniforme que consistía de falda roja con blusa a rayas horizontales rojas y amarillas, además de un cinturón de color rojo ajustado a la cintura que ella juzgaba de muy mal gusto. Casada, con dos hijos, su cuerpo lucía los estragos de los partos y su cara reflejaba ese tedio que la burocracia implanta en todos sus hijos: párpados caídos, ojos cafés oscuros pero aburridos, mirada que denotaba el sello de la rutina, boca pintada de colores extravagantes (rojo carmesí, violeta, carne, zapote), pómulos huesudos y arrugas que comenzaban a marcarse alrededor, nariz pecosa y blancuzca, tez clara pero de aspecto polvosa, cómo si una capa de cal la recubriera eternamente, dientes amarillos, cuando sonreía se podía ver el brillo opaco del metal extraño implantado sobre las molares. En general, para no ahondar en más detalles aburridos, Luciana era una mujer común, con rizos exagerados y rubios que laboraba en uno de los trabajos menos emocionantes que ofrece la vida, el sencillo y tedioso acto de recibir, buscar, identificar, corroborar, y transcribir las actas de nacimiento que se solicitaban día con día.
A las once con diez minutos aproximadamente, aparecía en la oficina el vendedor de antojitos, un hombre moreno, de estatura baja y delgado que traía siempre en una nevera: tacos, salbutes, panuchos, tortas, hamburguesas, aguas frescas y chicles o mentas para el mal aliento. Siempre a esa hora, como sucede en cualquier oficina burocrática, la actividad monótona se detenía y se procedía a esa otra actividad que es también vital en cualquier oficina de gobierno que es la socialización en torno a la comida. Dicha actividad de grato intercambio de chismes y eterna lectura del periódico y la nota roja de prolongaba hasta las doce. Treinta minutos más tarde, se cerraba la recepción de solicitudes de actas de nacimiento y una secretaría más ayudaba a Luciana a buscar en los libros, los nombres y apellidos de los solicitantes. La oficina cerraba a las dos, desde la una, los hijos de Luciana, Laura y Pedro llegaban a la oficina a esperar que su madre terminara. A las tres era la comida en la casa, casi siempre sin Gabriel, su esposo. El resto de la tarde se le pasaba haciendo quehaceres de cualquier ama de casa, lavando trastes, organizando comida de días pasados, inventando nuevas maneras de combinar lo que había en los tópers, analizar la inconstancia de la flama del piloto de la estufa, averiguar de dónde provenía la gotera que hacía un charco a los pies del refrigerador; hasta que alrededor de las siete y media aparecía Gabriel, mugroso y lleno de aceite. A las ocho y media se juntaban a ver la novela en turno, mientras Gabriel le hacía ver lo absurdo de el argumento y lo cursi que le parecía, los niños reían con las ocurrencias de su padre, ella sólo hacía una mueca “sólo quisiera ver la novela en paz”. La vida de Luciana era pues, como su trabajo una rueda continúa, un ciclo, un carrusel que no tiene ocasión de descansar.
Aquél día, yo lo recuerdo, fue Martes, me encontré con Jonás Colapez afuera del Palacio Municipal, se le veía muy molesto, le pregunté que le pasaba –Que tengo que llevar un original de mi acta de nacimiento, para ver lo del seguro de mi casa, pero resulta que acá me entregan el documento hasta dentro de tres días, y eso, me dijeron, si me va bien...Jijos de su...– Jonás se fue mentando madres, mientras yo me quedé con un conato de sonrisa al ver su actitud frente a algo que, todos asumimos, siempre será ineficiente y lento.
Conchita, la encargada de la recepción de solicitudes de documentos oficiales, una mujer cincuentona, con lentes gruesos que le cubrían la mitad de la cara y agrandaban sus ojos feroces, fue la encargada de recibir el oficio foliado con el número doscientos sesenta y tres del veintiseis de febrero de aquél año, sellado por la caja municipal asegurando que Jonás había cubierto la cantidad de cincuenta pesos para la solicitud de su acta de nacimiento. Conchita firmó la orden anotando que el señor Jonás no había dejado copias de dicho documento, por lo cual, la búsqueda del mismo era obligada. Alrededor de las diez con cincuenta minutos, Paco, el repartidor, llevó las órdenes de la solicitud del escritorio de Conchita hasta el escritorio seis, donde estaba la encargada del área de solicitudes de actas de nacimiento, quién después de clasificar las solicitudes, entregó aproximadamente a las once de la mañana la pequeña hoja de papel foliado con el escudo de armas del Ayuntamiento y el sello de la Caja, a Luciana..Ésta la leyó, reclasificó alfabéticamente y acomodó en su pila de solicitudes por encontrar, era la tercera en el orden.  

El mensaje


Imagen by Ale e_Flickr

"//.-/..-/-.//-/.//.-/--/---// ": Un cortó mensaje recibió Libia antes de salir de la radiofusora; ella sabía que Marcos siempre buscaba la manera de hacerla regresar, y ese era uno de los grandes detalles que había conseguido hacerle llegar, después de dos días sin verse, tomo la vieja bolsa de mano, se despidió de los radioescucha:

-Y recuerden que para hacer feliz a alguien sólo basta un gran detalle.

Y salio apresuradamente hacia el departamento de él; todo lo llevaba ya en mente, una cena, un vino, los buenos besos, el amor, la charla, el amor, y más amor.

De repente se detuvo en la librería de la esquina que era sitio de pasión para los dos, compró un buen libro para regalarle en son de paz,  para hacer el amor y no la guerra; estaba tan emocionada, que la sonrisa que llevaba despistaba a cualquiera; al cruzar la calle ayudó a un anciano al que le contó del gran detalle y del motivo de su felicidad; -Suerte- le dijo el anciano, al dejarlo del otro lado y ella tarareando una canción  de amor continúo con su camino hacia el sitio donde planeaba hacer los arreglos de paz con su amor.

Cuando estuvo en aquel lugar, sintió un frío estremecedor, que le caló los huesos y hasta el corazón, era como si algo malo pasara, sacó rápidamente las llaves y abrió curiosamente y sin hacer ruido alguno, en el comedor debajo de una botella de vino una nota:
 "No soy ni la mitad de lo que pensabas, discúlpame mi amor"

Mil y una idas le surgieron a Libia en ese momento, quizás pudo haberse marchado, quizás se fue con otra, tal vez tenia una doble personalidad, no sabía cuantas cosas sacar; al entrar en la habitación...

Ahí estaba, el cuerpo inerte, sin latidos cardíacos, sin nada para hacer ya, una lágrima un grito estremecedor, tomó también la pistola junto al cadáver y ahí terminó, sin tiempo para descubrir el porque él no era lo que ella pensaba, el porque suicidarse así como así...

Un crimen pasional, dijeron los del perito y sin más ni más levantaron los cuerpos y se deshicieron de ellos.

viernes, 2 de marzo de 2012

La gorda de las medias de seda

Imagen By whobbenyou_Flickr
Eran las 5 de la mañana y ahí seguía Carola, era la gorda, la de las medias de seda, que nunca se iba sino hasta esperar ser corrida del lugar.

Carola era una gorda como lo mencioné antes, que noche tras noche esperaba a su amado en el mismo lugar donde una noche la dejó, él se fue con otra y ella esa noche empezó a sufrir la amnesia temporal; cada noche asistía al mimo sitio, elegía la misma mesa y se tomaba unas medias de seda.

Esta noche Carola ha visualizado a un tipo cerca de su mesa, que la mira con desdén quizás por ser gorda o tal vez la miró aquella noche cuando en el anden del olvido su amante la abandonó por correr a los brazos de una flaca escurrida y sin gracia.; de pronto el tipo se acercó, le tomó la mano y la invitó a bailar, era un tipo de música de esa que tiene cierto ritmo pero no dice nada, Carola estaba intrigada, no sabía quien era aquel entrajado caballero. después de algún tiempo bailando le susurro al oído plegarias de perdón, le confeso que extrañaba las curvas extremadamente anchas de su cuerpo, la gorda no sabía como aquel la conocía tan a fondo...

Sin duda alguna y como podemos comprender éste no era más que aquel que la había abandonado sin importar las lágrimas y lo que ella pudiera gastar en helados y chocolates, en medias de seda que dejaba entibiarse...

La gorda se disculpó tomó sus pertenencias, unos cuantos cigarrillos, la última media de seda se tomó y se marchó del lugar por primera vez antes de ser echada, por primera vez sin recordar a aquel tipo, dejándolo igual o peor que cuando ella se quedó.

jueves, 1 de marzo de 2012

Para olvidarme de ti [Violeta Parra]


Para olvidarme de ti
voy a cultivar la tierra.
En ella espero encontrar
remedio para mi pena.

Aquí plantaré el rosal
de las espinas más gruesas.
Tendré lista la corona
para cuando en mí te mueras.

Para mi tristeza, violeta azul,
clavelina roja pa’ mi pasión,
y, para saber si me corresponde,
deshojo un blanco manzanillón:
si me quiere –mucho, poquito, nada–,
tranquilo queda mi corazón.

Creciendo irán poco a poco
los alegres pensamientos.
Cuando ya estén florecidos,
irá lejos tu recuerdo.

De la flor de la amapola
seré su mejor amiga.
La pondré bajo la almohada
para dormirme tranquila.

Cogollo de toronjil,
cuando me aumenten las penas,
las flores de mi jardín
han de ser mis enfermeras.

Y si acaso yo me ausento
antes que tú te arrepientas,
heredarás estas flores:
¡ven a curarte con ellas!

Violeta Parra

La Jardinera by Violeta Parra on Grooveshark

La Jardinera by Javiera Parra y Los Imposibles on Grooveshark



El Ciego de la Plaza Cualquiera


por Sr.Samolo @ Flickr


Había una vez una plaza en una ciudad cualquiera. En la plaza habían cuatro ceibas, una en cada esquina de la plaza y todas aproximadamente de la misma altura. La plaza era de concreto corriente, y justo en frente tenía una Iglesia de piedra que los españoles habían dejado a medio construir durante los primeros años de Independencia. La Iglesia era pues, una mezcla curiosa de piedras de diferentes tonalidades correspondientes a diferentes períodos de construcción y reconstrucción.

La plaza, como cualquier plaza de cualquier lugar del mundo era habitada por palomas, perros callejeros, gatos flacos, ratas subterráneas y cucarachas que se dejaban ver durante las horas más avanzadas de la madrugada hurgando entre los basureros. A esa hora en que la tierra pierde su calor que almacena durante todo el día, se veía también a un ciego circundar la plaza.

El ciego era un hombre unos treinta años, nadie sabía porque estaba ciego, o si había nacido ciego desde el primer día de su vida, todos conocían su figura recortada entre las ceibas al amanecer, o en alguna callejuela cercana a la plaza, siempre a la sombra como sin querer estorbar, pocas veces mendigaba, y su buena disposición para no estorbar la cotidianeidad humana le había valido francas invitaciones a cenar, o comer, en bonitas casas de abolengo. Hombre de pocas palabras, los niños decían que estaba sordo, pero él sólo ignoraba los insultos que le proferían siempre que no se encontraba un adulto cerca, y las patadas gratuitas y anónimas. Con el tiempo aprendió a distinguir las distintas formas de los zapatos, de vez en cuando sentía una nueva forma en el punta pié que se aproximaba y después del golpe pronunciaba entre quejidos de dolor ahogado “Y este, ¿es nuevo?”, y los niños no entendían, y le regalaban otro golpe.

Cuerpo graso cubierto del aceite que se riega por las calles, cabellos enredados, canosos y largos, barba de tres días, pero nada más, gabardina ceñida de color beige, botas derruidas y rotas, pantalones de mezclilla negros, aunque habían los que decían que en los primeros años habían sido azules, y que ya luego con el correr natural de los tiempos, acabaron siendo verdes y ya después negros, como ahora. Cargaba siempre un morralito con periódicos y baratijas que encontraba por la calle, nada de valor, sólo un conjunto de cosas curiosas, anónimas, piedrecitas faltantes de aretes, cabellos rojos por mechones, cabellos azules, monedas de forma curiosa, monedas de otros países, centavos viejísimos y sin valor.
Pero yo no vine a hablarles de las cosas que coleccionaba ni de las plazas cualquiera de ciudades cualquiera en horas cualquiera. Yo vine a hablarles de un día cualquiera, en un mes cualquiera en un año como estos que pasan rápido y sin detenerse en la ventura del futuro. Un día de esos, el ciego se paró en una esquina de la plaza y empezó a gritar una frase simple. En ese entonces yo no estaba en la ciudad, y cuando llegué había tanto rencor contra el ciego que nadie me supo decir con certeza que era lo que esa mañana había comenzado a decir el ciego.

Lo que sí me contaron todos, fue la insistencia del ciego de repetir la misma frase una y otra vez, cada día en diferente esquina, cada vez con igual energía y al cabo de un tiempo el número de repeticiones aumentaba. Un amigo mío me comentó que llegó a calcular que aproximadamente cada tres días, el número de repeticiones aumentaba al doble, aunque había veces que aumentaba por siete, y que nunca descubrió relación alguna entre el número de repeticiones y el día en que aumentaban o decrementaban. Al principio descansaba el Domingo, pero después de unos meses aquello fue de todos los días, y las gentes comenzaron a odiarlo, algunos decían que perturbaba el orden público. Una tarde el padre de la iglesia salió a razonar con él, y después del monólogo que le dio sobre el orden y la bondad de los hombres, el ciego lo miró con condescendencia y al final se acercó a su oído para decirle tres veces la frase simple y ya carente de sentido.

Otros gitanos que lo esucharon gritar, dijeron que lo que decía era el destino y que había que desenrrollarlo, los cristianos al final se convencieron de que estaba poseído o loco ( que para esas gentes simples a veces es lo mismo) y un buen día lo llevaron a encerrar.

En la cárcel el hombre siguió repitiendo la frase y él mismo se negó el alimento y el agua, su voz se fue haciendo cansada y ronca, al final se escuchaba como entre repeticiones prorrumpía desde el fondo de su estómago el reclamo de los alimentos faltantes.

El ciego, como es natural en estos casos de locura, enfermó y terminó en cama, aún en los delirios de sus calenturas continuaba repitiendo la misma frase, una y otra vez.

Una mañana fría, mientras las cucarachas y las ratas se dejaban ver entre los basureros de la plaza cualquiera, el hombre pidió ver al padre, quería confesarse. Yo hablé con el padre cuando escuché las historias del ciego a mi regreso. Él me dijo, que llegó tranquilamente (la impresión que le había dejado aquel hombre no era precisamente la mejor), se sentó a un lado y escuchó la confesión pacientemente. Como el lector comprenderá, no se me permitió conocer aquella confesión, pero si supe que el ciego dijo que lo era de nacimiento, y que venía de un pueblo muy lejos, y allá era rico. Al fin, acercó su boca a la del oído del padre y dijo la frase simple, hizo una pausa y recitó lenta y pausadamente las cartas a las siete Iglesias del Apocalipsis en latín, luego las dijo en griego, un fragmento del Popol Vuh, otro de la mitología azteca y uno más de la nórdica, luego los párrafos iniciales de al menos treinta libros, de distintas épocas, la Ilíada, la Odisea, los siete tomos de Troya, y expiró.

Audiolibro Recomendado del Mes

Compartimos el Libro: "De la dictadura a la Democracia" del autor Gene Sharp, en su formato audiolibro para nuestros estimados lectores. Un título imprescindible sobre los diferentes métodos que el autor propone para disolver dictaduras por medio de revoluciones pacíficas y acciones no-violentas. (son díez capítulos que se estarán subiendo hasta completar la carpeta):